Me ha pasado algo raro. Algo muy raro. Es más, me ha pasado algo que nunca
antes me había pasado.
Me ha pasado algo raro de cojones.
Primero me he sentido orgulloso, satisfecho como pocas veces, contento,
motivado: la reunión general, la primera, y la única hasta la fecha, había salido
tan bien que no he podido hacer otra cosa que sentirme eufórico; no esperaba ni de coña
que fuese a salir tan bien, lo confieso, y supongo que tampoco puedo decir que
haya sido perfecta, pero el resultado ha sido bastante bueno. O al menos eso creo.
Y a pesar de la euforia cierto toque de incredulidad no me permitía terminar de disfrutar por completo del momento.
Y a pesar de la euforia cierto toque de incredulidad no me permitía terminar de disfrutar por completo del momento.
Mi desasosiego comienza, ha comenzado de repente y cuando más dichoso me sentía, al repasar fríamente todo lo acaecido, tanto
lo bueno como lo menos bueno. Diría que he repasado punto a punto y coma a coma
todo lo dicho. También lo callado. Las dudas me han abordado justo cuando me he
metido en la cama, a pocas horas de que concluyera la reunión, justo cuando
pretendía dormir.
Algo raro de cojones.
Porque tampoco considero que los aspectos menos buenos, o los malos, hayan
sido para tanto, al menos no para importunarme el sueño; ni siquiera lo peor,
las “expulsiones voluntarias” de Jaime y Joselu, han significado tanto como para
no poder dormir. Quiero pensar que no. No quiero resultar inmaduro ni injusto
pero ciertamente ellos son los dos que menos han hecho por integrarse en el
grupo. Tampoco mentiría si digo que son los que peor me caen de todos los participantes.
Pero tampoco han sido ellos los culpables de mi insomnio repentino.
Principalmente ha sido a causa de darme cuenta de que todos los casos, o la
gran mayoría de ellos, desde que asomaron por el aula hasta el día de hoy, el
transcurso de un breve espacio de tiempo a fin de cuentas, habían empeorado,
algo de lo que no me había percatado hasta el preciso instante de estar tumbado,
mirando al techo, rodeado de oscuridad, con los ojos abiertos, haciendo balance
de la jornada de forma inconsciente.
Todos, o casi todos, habían vivido alguna situación en ese tramo de tiempo que si no les había agravado sí que había redundado en su aflicción, grave de por sí. Es eso lo que me ha hecho darme cuenta de lo jodido que lo tienen todos.
Todos, o casi todos, habían vivido alguna situación en ese tramo de tiempo que si no les había agravado sí que había redundado en su aflicción, grave de por sí. Es eso lo que me ha hecho darme cuenta de lo jodido que lo tienen todos.
Pintan bastos.
Tal es el calado de sus problemas, hablaré en general para ni centrarme ni descartar a nadie, que ni siquiera se plantean recurrir a la puerta
que entre todos, yo entre ellos, estamos construyendo para que se le dé uso.
Para que salgan.
Antes no sabían que existía esa puerta. Ahora que ya lo saben da la impresión de que sean incapaces de abrirla; no saben cómo funciona su mecanismo, no saben por qué ni para qué deben abrirla ni que les va a ofrecer atravesarla.
Y lo peor de todo no es ese desconocimiento. Su desconocimiento.
Para que salgan.
Antes no sabían que existía esa puerta. Ahora que ya lo saben da la impresión de que sean incapaces de abrirla; no saben cómo funciona su mecanismo, no saben por qué ni para qué deben abrirla ni que les va a ofrecer atravesarla.
Y lo peor de todo no es ese desconocimiento. Su desconocimiento.
Lo peor es que sospecho que ni siquiera quieren salir. No
quieren agarrar el pomo y girarlo. No quieren ni acercarse a ella. No quieren ni oír hablar de ninguna puerta.
¿Cuál es la razón? No sé.
Me apostaría el dedo meñique del pie, lo uso en raras ocasiones y normalmente para golpeármelo, a que esa sería su respuesta: no sé.
Las dos palabras que más he tenido que soportar desde que comencé la andadura de las reuniones.
Me apostaría el dedo meñique del pie, lo uso en raras ocasiones y normalmente para golpeármelo, a que esa sería su respuesta: no sé.
Las dos palabras que más he tenido que soportar desde que comencé la andadura de las reuniones.
Y no es una advertencia, ni un grito de auxilio. No están admitiendo que tengan una ignorancia que
debe y puede ser resuelta. No. Me temo que no es ese su problema.
Porque no quieren que esa ignorancia, y otras muchas, de tenerlas, le sean resueltas. No quieren que nadie les ponga ese ladrillo en su pared llena de huecos.
Porque no quieren que esa ignorancia, y otras muchas, de tenerlas, le sean resueltas. No quieren que nadie les ponga ese ladrillo en su pared llena de huecos.
Su problema es que les podrías construir un muro alto, largo y ancho como
no haya habido otro a lo largo de la historia de la humanidad y les daría igual.
No sabrían apreciarlo.
No sabrían apreciarlo.
Porque su problema es que todo les da igual. Y si les importa algo de veras, entonces deben ser actores profesionales. Disimulan muy bien. En tal caso, no me importaría admitir que me la han colado hasta el fondo.
Aunque supongo que no hay nada de actuación en ellos: no abren la puerta porque les da igual, como les daría igual un muro que midiese kilómetros; les importa un carajo que haya
puerta, que pinta ahí en medio, cual sea su utilidad y quien la haya colocado; no
les importa a donde dé, como les da lo mismo de que material está construida; no
saben que no todo aquel con el que se topen les va a facilitar el acceso, como
tampoco saben que la vida no trata de cruzar puertas que otros van dejando, gustosos, por el camino.
Desconocen que a menudo no queda otra que trepar y salir, no por puertas, sino por
ventanas, y que tantas veces, una vez superado el alféizar, lo que se obtiene
es una caída dolorosa y ni de lejos ves una nueva puerta por la que pasar y
subsanar los golpes.
Ni tampoco otra ventana en la que encaramarse.
Mientras avanzas son escasos los recovecos que te encuentras para pasar de un lado a otro. Aun son menos los que los demás te van a ceder. Si es que alguien en algún momento te cede algo.
Ni tampoco otra ventana en la que encaramarse.
Mientras avanzas son escasos los recovecos que te encuentras para pasar de un lado a otro. Aun son menos los que los demás te van a ceder. Si es que alguien en algún momento te cede algo.
Les estamos haciendo un favor y no parecen agradecerlo. De nuevo, tal vez
no sepan hacerlo. Estamos partiéndonos la jeta en una pelea que es suya y ni siquiera nos van a ir a socorrer si nos ven malheridos. No lo harán. Nunca harían nada por nosotros pues ni siquiera hacen nada por ellos aunque piensen que sí lo hacen.
Si me concentro en otro aspecto quizá lo que pasa es que estoy ante un
asunto generacional que nunca podré entender por el mero hecho de ser un poco mayor. Con Marisa, Silvia y Javier fluye otra clase de
entendimiento, lo cual me resulta francamente curioso. También podría englobar a Lolo con ellos. Me gusta pensar que me socorrerían en caso de que se lo pidiera. Los demás, creo que no responderían ni suplicándoselo. Teniendo en cuenta que
exceptuando a esos tres, cuatro si añado a Lolo, la media de edad es de
veintitantos, no me sorprendería que la auténtica razón de su torpeza
a la hora de abrir puertas fuese esa.
Su edad.
Su edad.
Puertas. Nadie les enseñó que eran. Ni que debían hacer si se daban de morros contra
una. Nadie les avisó de que abundaban y de que tarde o temprano les tocaría
plantarles cara. Lo más triste es que nadie les motivase diciéndoles que
detrás, a veces, aguarda la felicidad, el amor, la estabilidad, el progreso.
La vida.
La vida.
Y lo peor de lo peor es que creo que si no saben qué coño es una puerta, como
se abre y que esconde es porque alguien las ha estado abriendo por ellos desde que nacieron. Alguien se ha estado ocupando de una labor que no le correspondía.
Como no he querido dedicar toda la madrugada al mismo tema, he
intercambiado la penumbra por la luz de la pantalla de un ordenador. Y aquí
estoy.
Como tampoco quiero centrarme en lo que ya he comentado, me he decantado
por abrir una nueva vía y me ha dado por investigar en la red acerca de todos y
cada uno de los asistentes a las reuniones, empleando para ello una frase corta
y concisa de sus “dificultades sexuales”.
Ese ha sido mi gran error. Y a la vez mi salvación.
Estoy liada con un señor mayor: aparece mayor en lugar de casado pero el resultado es numeroso y
parece un tema que se suele tratar en internet, estimo que por aquello de mantener el anonimato en
una confesión voluntaria, algo que no acabo de entender del todo.
Me voy a casar y tengo dudas: los resultados aumentan de manera considerable con respecto a la primera búsqueda. De los menos de 100000
anteriores pasan a casi 4 millones. El tema parecer ser muy habitual. Si
agrego porque creo que quiero a otra
persona los números descienden pero el resultado continúa siendo muy alto,
por encima de los 2500000.
Estoy liado con mi prima: 120000 resultados. He dejado
embarazada a mi prima 122000: los resultados son similares aunque he de
decir que no siempre se ajustan a lo que he pretendido encontrar. Parece que es un asunto
muy poco frecuente. Como apunte diré que he dado con más casos de chicas liadas con sus
primos que de chicos liados con primas. Supuestamente. Los pocos casos que he descubierto son
de gente pidiendo ayuda porque han metido la pata con 14 o 15 años, incluso
alguna afirma haber sido violada. No es necesario nada de esto para llegar a la
conclusión de que lo que Javier ha hecho nunca debería haber ocurrido.
Siguiendo por el orden de llegada al aula sería el turno de Julio.
La tengo pequeña: 42 millones de resultados.
En este punto se me ha ocurrido probar con la búsqueda contraria.
La tengo grande: algo más de 100 millones. 100 millones de Jaimes. Este es un planeta despiadado.
Tanto el uno como el otro, Julio y Jaime, podrían formar parte de esas
búsquedas. Abundan los consultorios online así como las consultas improvisadas
en foros que en absoluto son especialistas en dichos temas. Tanto el exceso como el
defecto parecen provocar frustración, hasta se podría decir que como el cómputo
general de los que la tienen grande es mucho mayor, los que se aquejan de lo
mismo que Julio tienen menos problemas, aunque lo más adecuado es situar a los Julios y los Jaimes a la misma altura. Aunque a Jaime le pese.
Sólo me ponen las gordas: número alto de resultados. La mayoría es gente preguntando, y
preguntándose, si es normal que se sientan atraídos por chicas gordas. Alguno
afirma que le gustan incluso con celulitis. Supongo que sobre gustos… ¡Me cago
en las frases hechas!
Me masturbo compulsivamente: parafraseando a Marisa he escrito compulsivamente y he obtenido el
resultado más bajo hasta el momento por lo que nadie se masturba tanto como
Jacobo o nadie busca información sobre su problema en internet o nadie admite
que es un masturbador compulsivo. Si pongo me
hago muchas pajas los resultados varían asombrosamente: de apenas 40000 a
casi 8 millones. La mayoría son personas, hombres, preguntando, y preguntándose
de nuevo, si son masturbadores compulsivos. No sé si para la gente masturbarse
y hacerse pajas no es lo mismo o mi método para recabar es erróneo.
Soy un chico hetero pero/me gusta un chico/me atrae un chico/me gustaría ser gay. Empezamos mal. Hay donde elegir pero casi preferiría no tener tanta opción. Si soy más directo y escribo soy un chico hetero pero me gusta
chupar doy con gran cantidad de tipos que, como Jordi, aseguran, algunos
hombría en ristre, que son heterosexuales pero que se sienten atraídos por los
penes. Los resultados oscilan entre los 500000 y los 2500000 según ponga
chupar, chuparla, chupar penes, chupar pollas, mamar o mamarla. Mucho anuncio
de contacto y algún que otro desesperado. Matizo, heterosexual seguro de su masculina sexualidad buscando con urgencia encontrar chicos gais. Por eso a Jordi le es
tan fácil ligar. Ahora lo comprendo.
Me ha costado dar con la pregunta acertada. Finalmente ha sido sólo me ponen las chicas de otras razas. Obviamente, y
por fortuna, no hay demasiados Joselus
sueltos por el mundo, por no decir que no he dado con nadie que afirme tener el
mismo dilema moral que él. Eso sí, 23 millones de resultados... Mucha gente, de muy
distintas razas, asegura sentirse atraído por razas diferentes a la suya sin mencionar si toleran a esas razas más allá del aspecto carnal. Sea como sea, creo, y deseo que así sea, que Joselu es un ejemplar digno de la ciencia: xenófobo y amante de las guiris.
De modo que, unos en mayor medida y otros de manera
más discreta, todos los que acuden a las reuniones tienen seres afines en el
ciberespacio. Desconozco si serán personas de la misma edad, del mismo estatus
social, de la misma educación o si sufrirán la misma incapacidad a la hora de
abrir puertas.
Después, ya agotado de tanto dato y de tanto tecleo y, sobre todo, medio cegado por la
brillante luz del ordenador, me he ido a dormir.
Y he tenido una pesadilla. O un mal sueño. O, cuanto menos, un sueño
peculiar, por decirlo suavemente. Suavemente. No sé si es el calificativo más
apropiado para describirlo, pero en fin.
Allá va.
Allá va.
He soñado con una orgía protagonizada por los que participantes de
las reuniones, todos sin excepción, porque yo mismo, aunque no tomaba parte
directa en la función, presenciaba impávido todo el despliegue de dotes amatorias.
No pecaré yo ahora de lo que prohíbo a los demás, no me pondré a dar detalles, pero en esencia, muy en
esencia, este es el resumen: Marisa y un señor que apenas se sostenía en pie
como tampoco lograba sostener su flácido miembro erecto; Silvia retozaba con un
tipo y ambos impedían unirse a un tercero, su amigo y su novio respectivamente, supuse; Julio
lloriqueando y con un pene diminuto, corría de un lado a otro, empecinado en
darle uso, ya fuese en un agujero o en otro, lo mismo le daba; el colosal
atributo viril de Jaime se encargaba de la seguridad del lugar rodeando a los participantes tal que si fuese una valla al mismo tiempo
que, cuando consideraba oportuno, se insertaba en alguna de las mujeres,
provocándole un dolor que no acertaba a vislumbrar si era rechazado o más bien
todo lo contrario; Joaquín yacía con una masa de carne a la que se le
adivinaban formas femeninas, pezones o vello púbico, a la que daba la impresión
de estar devorando más que amando; Jacobo se dedicaba a mirar desde un rincón
el trascurso del desenfreno y no parecía tener mayores pretensiones que hacerse
todo un profesional del onanismo; Jordi mudaba de objetivo a cada minuto, y tan
pronto le hacía el amor a una chica como se lanzaba a los bajos de los varones,
sin saber, yo no logré averiguarlo, con quién gozaba más; Joselu aparecía enfundado en una bandera, sin
más ropa que esa, con el pene a punto de estallar y un coro de mujeres de
diversas razas de rodillas ante él aguardando una señal para pasar a la acción; Javier estaba
junto a una chica, a la que quise identificar como su prima, con la que tenía
toda una colección de churumbeles de los cuales unos eran idénticos a él y
otros a ella. Cuando aparecía el resto de la familia, descubría que todos eran
iguales entre sí, que no había más rasgos que los de Javier y los de su supuesta prima.
Sin conocimientos del universo onírico, tampoco del freudiano, y ya sin energías para ponerme a desgranar el significado de nada, he decidido aparcar
todo lo referente a las reuniones hasta el lunes.
Lunes.
No he llamado a Lolo. No he sabido de él desde la última llamada, ni lo he
visto ni he vuelto a hablar con él. Nuevamente, no ha dado señales de vida. Por
supuesto, mis esperanzas de que fuese a presentarse en el aula eran mínimas,
por no decir nulas.
Pese a todo, Lolo se ha personado y ha llegado incluso antes que yo.
—Rita y yo estamos pasando una mala racha y… —ha empezado a decir, nada más
saludarnos.
— ¿Qué tiene que ver eso con que no puedas hacerte cargo de esto? —le he
interrumpido—. Lo elegiste cuando estabais bien y no sabías lo que iba a pasar, de acuerdo, pero siempre hay
que contar con posibles imprevistos. En cualquier caso, no veo relación entre
estar pasando una mala racha con tu pareja y dejar de existir, porque podría
entender que quisieras pasar más tiempo con ella para arreglar las cosas y
demás, hasta podría entender que te desentendieras de esto en algún momento, pero tío, es que no has
querido saber nada desde que empezamos. Lo que tú estás haciendo no es pasar un
poco más de tiempo con ella, es vivir para ella.
—Que no es eso…
— ¿Entonces qué es? No soy adivino, si tú no me lo dices, tendré que
inventármelo yo.
—Nada. Sí es eso, pero es que…
— ¿Es eso o no es eso? ¿Estás mal con Rita o no?
—Que sí, que sí.
—Aclárate.
—Si estoy muy aclarado.
—Pues no se nota.
—No es que me pase todo el día con ella pero sí que estamos juntos más
tiempo, hablando y todo eso. Pero no sé…
—No empieces tú también con el no sé.
¿Quieres que la llame y hable con ella?
— ¿Con quién?
—Tío, con Rita, con Rita. ¿Con quién va a ser?
—Ah. No, no, no, no. Déjalo, de verdad, no te molestes, si ya estamos... Ya me
ocupo… En serio. No vayas a molestarte que ya bastante tienes con estar
haciéndome este favor, de las reuniones y… No la llames, ¿vale? No puedo, ella
no… No quiero mezclarla. No sé.
—Está bien, tranquilo. Si tienes razón. Es mejor que no me entrometa.
—Sí. Va a ser mejor. Seguro.
— ¿Te quedas para conocer a los chicos?
—No. No puedo. No sé... Tal vez el miércoles.
—A este paso se van a terminar las reuniones y no habrás estado en ninguna.SIGUIENTE CAPÍTULO: ANA
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